Con información de El Universal
Tras la caída de El barbas, también llamado El jefe de jefes, El Universal publicó la forma en que Arturo Beltrán había hecho de Cuernavaca su dulce hogar. Según investigación de la PGR el narcotraficante tenía en su nómina desde taxistas hasta militares. Además, negoció con alcaldes y policías locales la tranquilidad de sus municipios a cambio de tener bajo su control la plaza. Ninguna autoridad federal ha negado esta información. ¿Porqué entonces no se ha emprendido un operativo de limpieza de proporciones similares al de Michoacán? ¿No fue por la enorme corrupción en el estado que se tuvo que echar mano de la Marina?
Dice el gobernador de Morelos, Marco Adame —en entrevista publicada hoy por este diario— que “bajo ninguna circunstancia” él tenía conocimiento de que Arturo Beltrán Leyva se resguardara en Cuernavaca. Es posible, pero también resulta improbable que nadie en el gobierno estatal supiera que un cártel había tentado a sus alcaldes, comprado a sus policías y conformado tres cinturones de seguridad a su alrededor en la capital de la entidad.
Si en adelante el gobierno federal quiere despejar dudas sobre su interés al atacar la corrupción y la delincuencia en otras regiones del país, primero deberá hacer en Morelos lo que hizo en Michoacán, porque ningún capo establece su base de operaciones en una plaza sin contar antes con la complicidad, por acción u omisión, tanto de funcionarios municipales como estatales.
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